Reconstrucción artística del asesino en serie Zodiac.
No es una película de sicópatas, aunque el punto fijo de la trama sea uno. Es una historia de obsesiones y desencantos, de esperanzas frustradas y de necesidades casi sobrehumanas por conocer la verdad. Al precio que sea, incluso al de la propia vida.
La película se pierde en un bosque de información y datos y acaba consumiendo un metraje excesivo. Sus casi tres horas de duración se centran en numerosos árboles que impiden ver la foresta de emociones y obsesiones de los personajes, a ratos muy deslucidos. El talento de Downey Jr es sacrificado anticipadamente, sin pena ni gloria, para que el menos inspirado Jake Gyllenhaal asuma la intensidad dramática. El problema es que el testigo se cae a media carrera, y lo que pudiera haber sido una excelente prueba de relevos se convierte en un "pase usted primero, señorita". En el tándem paralelo formado por Mark Ruffalo y Anthony Edwards, la tensión es todavía menor e incapaz de justificar las fuerzas de ruptura.
Los cruces entre personajes no resultan demasiado creíbles, y las emociones siempre quedan supeditadas a la evolución de la investigación policial. El resultado es una interesante y elaborada tierra de nadie, sin excesiva tensión, de moderada fuerza dramática y un tanto confusa desde el punto de vista narrativo. Aún así, merece ser vista. David Fincher se ha arriesgado, ha puesto toda su carne en el asador y ha mostrado parte de su desbordante talento. Incluso desde la equivocación logra superar muchos aciertos de otros.
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