jueves, julio 31, 2008

¡Apadrina un niño extremeño!

Seré parco en palabras porque la imagen lo dice todo. Es el resultado de la mala educación, la manipulación y la propaganda, la insolidaridad, el fascismo, el racismo, la intolerancia, la soberbia, la prepotencia, la estupidez y en último lugar, pero no por ello menos importante, de un bochornoso sentimiento nacionalista. ¿Es así como quieren construir la gran nación catalana? ¿Otra grande y libre?


Ojalá que los ciudadanos moderados que allá viven abran pronto sus ojos. El peligro no viene de fuera, lo tienen bien metido en casa...

martes, julio 15, 2008

La balanza fiscal

Hoy se va a cometer una de las mayores tropelías contra la democracia española: la publicación de los datos fiscales por regiones. Y digo tropelía porque después de esto vendrán los datos por pueblos, por barriadas, por urbanizaciones, y llegaremos a la conclusión de que el rico merece más que el pobre y, tal vez, que este último lo sea por méritos propios.

Hasta ahora, vivíamos en una nación en la que cada ciudadano pagaba en función de lo que ingresaba. Con escandalosas excepciones, eso sí, porque regiones como Navarra y el País Vasco ya gozan de prebendas históricas, difíciles de entender en un estado moderno. Pero en vez de reparar los errores del pasado, un gobierno que debiera buscar la igualdad entre los ciudadanos, va a hacerle el juego a los ricos.

No es ya que el concepto de balanza fiscal pueda considerarse una barbaridad intelectual. ¿Balanza entre quién? ¿Entre España y Cataluña, de tú a tú? ¿Entre Castelldfells y Segur de Calafell? ¿Entre el barrio de Salamanca y Vallecas?

En el debate no se tiene en cuenta algo obvio: que el éxito de algunas regiones no es fruto exclusivo de los oriundos de allá. ¿Acaso hay un gen de la catalanidad que también rige la productividad laboral? ¿Acaso no hay flujos migratorios? Cataluña, Madrid o el País Vasco, como otras regiones industrializadas, son lo que son gracias a la importante afluencia de españoles de otras regiones más desfavorecidas como Andalucía, Extremadura o Galicia, y prosperan porque los productos que allá se fabrican se distribuyen y venden por todo el mercado español.

Si no procuramos invertir la tendencia y dar opciones a las comunidades más pobres, seguiremos manteniendo las desigualdades y tensiones internas. A mi modo de ver, el gobierno no ha acertado al acceder a la petición de los nacionalistas y regionalistas, ya que legitima la idea subyacente de la bipolaridad fiscal entre regiones y estado.

viernes, julio 11, 2008

El silencio de los corderos

Pocos escriben tan clara y agudamente como Fernando Savater. Ojalá nuestro país, España, tuviese más cabezas democráticas y menos fascistas regionales. Pero así están las cosas, al cordero lo quiere vestir siempre de lobo aquellos lobos disfrazados de corderos. Menos mal que en este caso, los corderos han decidido romper su silencio y levantar la voz.

Como el mío va a ser uno de los pocos artículos que se publiquen en este periódico a favor del "Manifiesto por la Lengua Común", permítanme que empiece con algo de melancolía. El documento en cuestión derrocha miramientos y renuncia a cualquier denuncia o acusación: no contiene críticas contra el Gobierno, ni contra la oposición, ni contra ninguna de las Administraciones autonómicas. Como el poeta, está a punto de perder su vida por delicadeza. Tampoco incurre en un alarmismo exagerado (se limita a señalar lo que es una preocupación generalizada en nuestra sociedad, como demuestran las firmas obtenidas de personalidades ilustres de las letras, las ciencias, el arte, el comercio o el deporte, muchas de las cuales no han firmado ningún manifiesto en su vida), y se centra en recomendar medidas preventivas antes de que lo peor sea además irremediable. Ni que decir tiene que reconoce todas las lenguas oficiales como igualmente españolas (lo que sin duda puede haber molestado a algunos) y formando parte del patrimonio cultural y social que compartimos, merecedoras de estímulo y salvaguardia. En el Manifiesto no sólo se defiende el derecho de quien lo desee a ser educado en castellano, sino también el derecho semejante a ser educado en catalán en Cataluña, en euskera en el País Vasco, en gallego en Galicia, etc. Éste es el Manifiesto que ha sido denunciado como xenófobo, imperialista, contrario al pluralismo cultural y hasta partidario del exterminio de los hablantes de lenguas minoritarias. Un político catalán lo calificó como "un insulto a la inteligencia": bueno, entonces usted no tiene por qué considerarse ofendido, buen hombre. Y lo mismo vale para los demás. Por decirlo churchilianamente: nunca quien no agredió a nadie fue agredido por tantos.

Es curioso: a los que hemos luchado durante bastantes años a favor de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, las tergiversaciones polémicas que se utilizan contra el Manifiesto nos recuerdan irresistiblemente las que oímos tantas veces contra esa necesaria materia académica. Destinos paralelos: en un caso, se ofendió involuntariamente las prerrogativas que considera intocables la Iglesia católica, y en el otro, las que se atribuye la jerarquía nacionalista, dos poderes fácticos de fundamentación mitológica que consideran persecución totalitaria cualquier merma de sus privilegios autoconcedidos. Interesante semejanza, que merece ser examinada más despacio.

Primera similitud: para criticar con mayor comodidad, se inventan el contenido de la asignatura y el contenido del Manifiesto. Según unos manipuladores, la Educación para la Ciudadanía se dedica a hacer proselitismo homosexual y a recomendar que nadie se case si no es con persona de su mismo sexo. Como no faltan manuales delirantes propuestos para la materia, otros se dedican a entresacar proclamas a favor de Fidel, Chávez y la abolición inmediata del capitalismo. Intentar que se recuerde en sus justos términos el temario oficial es tiempo perdido. De modo semejante, algunos decretan que el Manifiesto sale en defensa de la lengua castellana, empeño risible porque nuestro idioma goza de excelente salud, es hablado por 400 millones de personas y de nada hay que protegerlo. Según otros -pertenecientes a la lunatic fringe de varias autonomías bilingües-, el Manifiesto persigue abolir nuestro pluralismo lingüístico y cultural, exterminar al diferente, etc. Rogar que se lea el Manifiesto para comprobar que lo que se trata de defender son los derechos de los castellanohablantes sin mermar el bilingüismo o que estamos tan convencidos de la pujanza universal del castellano que por eso nos parece crucial reforzarlo como lengua común de España es tarea ociosa: la caricatura resulta polémicamente más rentable.

Segunda similitud: tanto la asignatura como el Manifiesto son inútiles, superfluos y refuerzan al poder establecido. Unos nos dicen que todo el mundo sale ciudadano de la escuela por la convivencia con los demás y sobre todo por la enseñanza de los padres. ¿Para qué adoctrinarles con teorías políticamente correctas que les hagan dóciles al relativismo moral dominante? Los otros aseguran con total convicción que no existe problema lingüístico en ninguna parte, salvo en la imaginación de la extrema derecha. No es verdad que haya comunidades donde no se pueda escolarizar a los niños con plena naturalidad en castellano, ni es cierto que en ellas los impresos oficiales sólo se faciliten en la lengua autonómica, ni es verdad que la señalización de vías públicas tampoco sea bilingüe, ni que el conocimiento de la lengua co-oficial tenga un valor desmesurado en concursos y oposiciones, etc. Esas denuncias son invenciones en la mayoría de los casos, o simples anécdotas irrelevantes cuando resultan probadas. Los que de veras sufren son quienes intentan manejar una lengua distinta del castellano: ¿hay algo más difícil y peor visto que hablar catalán en Cataluña, euskera en el País Vasco o gallego en Galicia? Todo son problemas y cortapisas para los héroes que a tanto se atreven... El Manifiesto es una apología de la represión y de la prepotencia vigente, puaf.

Tercera similitud: ¡vuelve el franquismo! Educación para la Ciudadanía es un revival de la Formación del Espíritu Nacional (que nada tiene que ver con las sanas lecciones de identidad que se dan en las autonomías nacionalistas), así como el Manifiesto defiende la lengua del Imperio, según enseñó Girón de Velasco. ¿Cómo no nos habremos dado cuenta antes? Bien claro está; el último canalla que se preocupó por la unidad de España fue Franco, y sólo a él podía ocurrírsele adoctrinar en valores políticos comunes. Menos mal que aún quedan vigías para dar la voz de alarma y señalar que por allí resopla el fascismo. Debemos estarles eternamente agradecidos... y obedecerles sin rechistar.

En fin, dejémoslo estar. Los defensores de la inmersión lingüística ven en ella la única forma de evitar guetos y de garantizar la convivencia cultural. Si nosotros fuésemos nacionalistas españoles, aceptaríamos el razonamiento pero aplicado a toda España: inmersión lingüística general en castellano para la educación pública, a fin de evitar que Cataluña, Euskadi, Galicia o Baleares se conviertan en guetos dentro del país. Es la doctrina vigente en Francia, que no es el peor Estado europeo ni en cultura ni en democracia. Sin embargo, no es eso lo que reivindicamos. El Manifiesto no pide inmersión en castellano de los que tienen otras lenguas maternas, sino que no se imponga otra lengua a los que prefieren el castellano. En general, la lengua común no requiere en las comunidades bilingües trato privilegiado, sólo que no se la persiga ni obstaculice como hoy se hace. Con eso basta.

Por lo demás, admito que se nos discuta, pero no acepto que se nos descalifique con infundios sectarios como han hecho reciente y reiteradamente el Partido Socialista y el Gobierno. La decencia política no se funda en el optimismo, como cree Zapatero, sino en la veracidad. Decidido: en cuanto nos repongamos de este Manifiesto, hay que preparar otro contra el uso impune de la mentira por los políticos.

Fernando Savater,
catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid
Artículo publicado en el diario El País

martes, julio 01, 2008

El Alemania - España visto por un inglés...

Me ha hecho muchísima gracia el siguiente comentario de un inglés sobre el partido Alemania - España. ¿Será que no somos tan horteras e incivilizados como nos creemos?

"My girlfriend's Spanish and we watched the game in a London Spanish bar. Quality football, with brilliant technique and real imagination. Quality fans too - whole families enjoying the game, everyone eating, drinking, singing and dancing.

I was just imagining the inverse of the situation just described: an English pub in Madrid watching England. Crap football, with ABSOLUTELY NO TECHNIQUE, a street full of vomit and broken chairs. Spanish jails full of our thugs with tattoos.

Think I might emigrate."

Y aquí la traducción:

"Mi novia es española y vimos el partido en un bar español de Londres. Fútbol de calidad, con una técnica brillante e imaginación real. Los hinchas también de calidad: familias completas disfrutando del partido, todos comiendo, bebiendo, cantando y bailando.

Me imaginaba la situación inversa de la descrita: viendo a Inglaterra en un bar inglés de Madrid. Fútbol basura, sin técnica alguna, una calle llena de vómito y sillas rotas. Y las cárceles españolas llenas de nuestros matones con tatuajes

Tal vez emigre."

Me viene a la mente aquél dicho de "la española cuando besa...". ¡Pero qué bello y ciego es el amor!

Saludos a todos y buenos días,

el pobrecito hablador