martes, mayo 27, 2008

Fallece Sidney Pollack

Sidney Pollack, uno de los directores de cine con más sentido y sensibilidad, ha muerto. Su lista de películas como director, productor y actor es larga y cuenta con algunos notorios desaciertos. Sin embargo, todos ellos son irrelevantes y perdonables gracias a la que considero su obra maestra: "Jeremías Johnson". Hoy, Robert Redford ha perdido a su padre cinematográfico y nosotros, la posibilidad de volver a disfrutar de ambos en la gran pantalla.

No se me ocurre ningún mejor tributo que las primeras palabras de un narrador susurrando aquello de...

"His name was Jeremiah Johnson, and they say he wanted to be a mountain man. The story goes that he was a man of proper wit and adventurous spirit, suited to the mountains. Nobody knows whereabouts he come from and don't seem to matter much. He was a young man and ghosty stories about the tall hills didn't scare him none. He was looking for a Hawken gun, .50 caliber or better. He settled for a .30, but damn, it was a genuine Hawken, and you couldn't go no better. Bought him a good horse, and traps, and other truck that went with being a mountain man, and said good-bye to whatever life was down there below. "



Algunas obras escogidas:

Michael Clayton (Michael Clayton) (2007) productor ejecutivo y actor
La intérprete (The Interpreter) (2005) director, productor ejecutivo y actor
Sketches of Frank Gehry (2005) director
Cold Mountain (2003) productor
The Quiet American (2002) productor ejecutivo
Iris (2001) productor ejecutivo
El talento de Mr. Ripley (1999) productor ejecutivo
Eyes Wide Shut (1999) actor
Random Hearts (1999) director
Sliding Doors (1998) productor
Sabrina (1995) director/productor
Sentido y sensibilidad (1995) productor ejecutivo
The Firm (1993) director/productor
Husbands and Wives (1992) actor
Habana (1990) director/co-productor
The Fabulous Baker Boys (1989) productor ejecutivo
Memorias de África (1985) director/productor
Tootsie (1982) director/productor/actor
Ausencia de malicia (1981) director/productor
El jinete eléctrico (1979) director/actor
Bobby Deerfield (1977) director/productor
The Yakuza (1975) director/productor
Los tres días del Cóndor (1975) director
Tal como éramos (1973) director
Jeremiah Johnson (1972) director
They Shoot Horses, Don't They? (1969) director/guionista/productor
Castle Keep (1969) director
The Swimmer (1968) co-director
The Scalphunters' (1968) director
Propiedad condenada (1966) director
The Slender Thread (1965) director

lunes, mayo 26, 2008

La perra vida del inmigrante

Imaginense que viven en otro país, con los papeles en regla, y que reciben la terrible noticia de que su padre padece una enfermedad terminal. Harían lo mismo que cualquiera: comprar un billete de avión para ir a verlo. Pero como para poder regresar a su país de acogida es necesario hacer unos trámites, se dirigirían también a las oficinas de inmigración para enterarse del procedimiento a seguir.

Y aquí empieza el esperpento. El ventanillero de turno, en tono indiferente, le dirá que para abandonar el país y volver de nuevo sin problemas, es necesario demostrar una causa de fuerza mayor. Por ejemplo, la muerte de un familiar. Así pués, lo mejor es que "usted espere a que su padre fallezca, pida el certificado correspondiente y solicite el permiso de regreso". ¿Ven qué fácil?

Pues bien, ésto que les cuento ha sucedido en España, y la víctima es una mujer latinoamericana. Desconozco el desenlace de la historia, pero no soy demasiado optimista. Nuestro sistema no da muchas alegrías.

Soy consciente de que hay que regular la inmigración. Resolver los problemas de los países menos favorecidos no pasa por absorber a todos sus ciudadanos en los más ricos. Pero la legislación y el trato aplicado a los inmigrantes pueden y deben ser más humanos. No es comprensible que se den situaciones como la aquí expuesta. Es una verdadera barbaridad.

Saludos a todos y buenos días,

el pobrecito hablador

domingo, mayo 25, 2008

Tras algunos meses de silencio

Llevaba algunos meses sin escribir en mi bitácora. Una ausencia motivada por varias causas que se pueden resumir en una: hartazgo por la imbecilidad sin fin del ser humano.

Me plantee abrir este portal como foro de denuncia, pero son tantas y tantas las que deben hacerse que no me ha resultado posible seguir el ritmo. En mi país, veo como neofascistas disfrazados de moderados reavivan el mito del "white power" con otras etiquetas: ahora asisto a la supremacía de la raza vasca o al identitarismo provinciano catalán. Es de imbéciles. Mientras aquí seguimos mirándonos el ombligo y debatiendo sobre la génesis de la gallina y el huevo, los nubarrones se vuelven tormenta. Cada vez tenemos menos capacidad de colaboración y de trabajo en equipo, cualidades indispensables a la hora de enfrentarse a los grandes problemas que se nos avecinan.

Desde otro frente bien distinto pero más grave aún, las cosas tampoco pintan mejor. En Europa todos parecen tener claro que la crisis ha venido para quedarse, y que resulta imprescindible hacer bien los deberes. Un ejemplo: nuestros vecinos europeos están propiciando un cambio de modelo energético sustentado en el ahorro, las energías renovables y la energía nuclear. Hasta los italianos, Berlusconi mediante, parecen haberse caído del guindo.

¿Lo hemos entendido todos? Pues no, todos no. Todavía existe una aldea de irreductibles iberos que se creen más listos que nadie y que, como la historia demuestra, tienen una capacidad de tecnológica y una forma de resolver sus problemas muy eficaz.

Y seguimos por orden de importancia: el sufrimiento humano. Las diferencias entre ricos y pobres siguen como estaban. Resulta casi obsceno que se inviertan millones de euros (o dólares) en armamento mientras un tercio de la población mundial vive en condiciones que no le desearíamos ni a nuestro peor enemigo. Hay que tener mucha fe para esperar que desde los desalmados consejos de administración de las multinacionales o los despachos de la mayoría de nuestros políticos surja algún cambio.

Ante semejante situación se impone la desobediencia civil, pero a la mayoría no parece preocuparle lo suficiente como para levantarse del sofá. Basta con apretar el botón del mando a distancia y cambiar de cadena. Operación voceras anestesiará rauda y presta a nuestros inquietados intelectos.

Y dicho ésto, vuelvo a mi silencio tan de sopetón como salí de él. Hasta pronto y les deseo que, además de disfrutar de los buenos momentos, dediquen un poco de su tiempo a enmendar algunos de los grandes o pequeños problemas a los que se enfrentan los más desfavorecidos.

El pobrecio hablador