Un pasito más en la larga carrera hacia la secesión. CiU, con el beneplácito de otros partidos nacional-regionalistas, quiere acabar con el ministerio de cultura. Según líderes de CiU, "hay comunidades autónomas como Cataluña o Andalucía, cuyos estatutos de autonomía les otorga competencia exclusiva". ¿Será porque la injerencia de un ministerio español podría facilitar que algunos ciudadanos de Cataluña no se sintiesen tan mal viviendo en España y renunciasen a las tesis identitarias catalanistas? Si es así, desde luego que habría que evitarlo, faltaría más. No es momento para perder la licencia del chiringuito.
Ayer asistimos a otro episodio en esta línea. La intervención del ministro César Antonio Molina en el parlamento español acabó en una confrontación con diferentes diputados de CiU, Coalición Canaria, ERC y el PNV.
Sin violar el derecho democrático de nadie a expresar su libre opinión, tampoco parece lógico que se tenga que dar tanto bombo y platillo a las necedades defendidas por un parlamentario. o peor aún, permitir que sean revestidas de honorabilidad. En democracia, una sandez lo sigue siendo, y la acción de dejar la cultura en manos de distorsionadores e ideólogos xenófobos es una de dimensiones soberanamente descomunales.
Hace unos años, pensaba que los europeos caminábamos hacia la abolición de la tesis central de los discursos nacionalistas: "por nacer a la derecha de una línea roja y hablar raro, soy distinto y puede que mejor que tú". Pero lejos de ello, la situación en España se agrava progresivamente y nos han crecido los enanos intelectuales.
En esta guerra ideológica por la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, a los que denunciamos las prácticas nacional-regionalistas nos tildan de fascistas, españolistas y, a veces, hasta de franquistas (¿qué tendrá que ver Franco con el concepto de nación española, fraguado en las cortes de Cádiz?). Que no les engañen, aquí no hablamos de imponer la españolidad a nadie. De lo que hablamos es de contar las cosas como son, de nuestro pasado común, de la cohabitación centenaria y armónica de diferentes subculturas mediterráneas y célticas en la península ibérica aunadas, desde hace ya varios siglos, en una nación llamada España. Y hablamos también de la transición de un modelo de naciones como España, Francia, Alemania o Italia hacia una unión de estados europeos que cedan paulatinamente su soberanía en favor de la futura nación europea. Lo único que defendemos es que un alemán, un español y un francés "valgan lo mismo" y tengan los mismos derechos y obligaciones.
Pueden imaginarse que discursos del estilo "el Valle de Arán es nación", "la existencia de Euskadi se remonta hasta los hijos de Caín (que probablemente era vasco)", "Eva, la mamá del ínclito, una ampurdanesa de toda la vida (qué mejor lugar para ubicar el paraíso)" y "Adan falaba galego" siguen evocando el "sí, pero yo soy más que tú" y no representan avance alguno.
Ha llegado el momento de plantar cara a los cortos de miras y, lejos de discursos Aznaristas o Lossantianos, contestar con contundencia. Ya existen tímidos intentos como el de UPyD y tenga la certeza de que cada vez seremos más. Por la democracia, la igualdad de derechos y el rigor histórico, merece la pena no callarse ante los rebuznos sectarios y victimistas de unos pocos...
Un saludo y buenos días a todos,
el pobrecito hablador
Ayer asistimos a otro episodio en esta línea. La intervención del ministro César Antonio Molina en el parlamento español acabó en una confrontación con diferentes diputados de CiU, Coalición Canaria, ERC y el PNV.
Sin violar el derecho democrático de nadie a expresar su libre opinión, tampoco parece lógico que se tenga que dar tanto bombo y platillo a las necedades defendidas por un parlamentario. o peor aún, permitir que sean revestidas de honorabilidad. En democracia, una sandez lo sigue siendo, y la acción de dejar la cultura en manos de distorsionadores e ideólogos xenófobos es una de dimensiones soberanamente descomunales.
Hace unos años, pensaba que los europeos caminábamos hacia la abolición de la tesis central de los discursos nacionalistas: "por nacer a la derecha de una línea roja y hablar raro, soy distinto y puede que mejor que tú". Pero lejos de ello, la situación en España se agrava progresivamente y nos han crecido los enanos intelectuales.
En esta guerra ideológica por la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, a los que denunciamos las prácticas nacional-regionalistas nos tildan de fascistas, españolistas y, a veces, hasta de franquistas (¿qué tendrá que ver Franco con el concepto de nación española, fraguado en las cortes de Cádiz?). Que no les engañen, aquí no hablamos de imponer la españolidad a nadie. De lo que hablamos es de contar las cosas como son, de nuestro pasado común, de la cohabitación centenaria y armónica de diferentes subculturas mediterráneas y célticas en la península ibérica aunadas, desde hace ya varios siglos, en una nación llamada España. Y hablamos también de la transición de un modelo de naciones como España, Francia, Alemania o Italia hacia una unión de estados europeos que cedan paulatinamente su soberanía en favor de la futura nación europea. Lo único que defendemos es que un alemán, un español y un francés "valgan lo mismo" y tengan los mismos derechos y obligaciones.
Pueden imaginarse que discursos del estilo "el Valle de Arán es nación", "la existencia de Euskadi se remonta hasta los hijos de Caín (que probablemente era vasco)", "Eva, la mamá del ínclito, una ampurdanesa de toda la vida (qué mejor lugar para ubicar el paraíso)" y "Adan falaba galego" siguen evocando el "sí, pero yo soy más que tú" y no representan avance alguno.
Ha llegado el momento de plantar cara a los cortos de miras y, lejos de discursos Aznaristas o Lossantianos, contestar con contundencia. Ya existen tímidos intentos como el de UPyD y tenga la certeza de que cada vez seremos más. Por la democracia, la igualdad de derechos y el rigor histórico, merece la pena no callarse ante los rebuznos sectarios y victimistas de unos pocos...
Un saludo y buenos días a todos,
el pobrecito hablador
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