La alegría de unos supone la desazón de otros. Así es el fútbol, el empate a poco sabe. Ayer noche, una aparentemente inferior selección colombiana le agrió la velada a los argentinos. El chico frente al grande, David contra Goliat. Argentina fue, es y será simpre la albiceleste. Pero la noche pasada, un país con costas al Pacífico y al Caribe celebró al unísono su momento de gloria: Colombia 2 - Argentina 1. Hasta Messi, cuánto placer da verlo en la cancha, tuvo que tomar un buen bocado de polvo. Poco pudieron hacer los diez jugadores frente a 11 amarillos que buscaban el triunfo como si la vida les fuese en ello. Ganó quién merecía triunfar: Colombia.
Y hay algo más en todo ésto, por encima de la banalidad de un simple deporte. Probablemente Colombia se vio recompensada por partida doble. Estoy seguro de que, durante las horas que duró el partido, cesaron los disparos. Más aún, estoy convencido de que unos y otros, paras y farc, celebraron los goles de su selección. Momentos de humanidad en un chorreo inútil de sangre imparable. Ojalá algún día se den cuenta de que la vida es algo todavía más importante que un simple partido de fútbol...
Buenos días a todos,
el pobrecito hablador.
Y hay algo más en todo ésto, por encima de la banalidad de un simple deporte. Probablemente Colombia se vio recompensada por partida doble. Estoy seguro de que, durante las horas que duró el partido, cesaron los disparos. Más aún, estoy convencido de que unos y otros, paras y farc, celebraron los goles de su selección. Momentos de humanidad en un chorreo inútil de sangre imparable. Ojalá algún día se den cuenta de que la vida es algo todavía más importante que un simple partido de fútbol...
Buenos días a todos,
el pobrecito hablador.
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