lunes, febrero 16, 2009

Por ellos

Hoy me he levantado con una noticia que me ha sacado de la anestesia emocional que suele envolverme: "un cayuco con 28 personas a bordo ha volcado a 20 metros de las costas de Lanzarote". Otra de tantas, si no fuera porque esta vez mi cerebro ha optado por recrear la escena...


Tengo frío y llevo más de dos días sin dormir, pero la pesadilla está a punto de terminar. Diviso la costa, la esperanza, la nueva vida. Nadie me ha hablado del horror que me espera como inmigrante ilegal, y de saberlo, tampoco me importaría. El auténtico horror es el que estoy dejando atrás... De repente, un golpe de mar me saca del enmimismamiento. La barca se escora y algunos de mis compañeros de proa son arrojados al mar. Me quedo dentro y giro con el propio bote. Todo está del revés y los gritos desesperados me aturden. Trago agua y busco, ¿dónde está la superficie? Por fin lo logro, saco la cabeza e inhalo una bocanada de espuma y sal, pero también de aire gélido. No veo nada, la negrura ha reemplazado a la tenue claridad de hace unos momentos. Ya sé. Estoy atrapado bajo de la barca y la oscuridad lo empapa todo, más que el propio mar. Lamentos, plegarias, miedos a plena voz. Yo hago lo propio y veo la escena desde fuera. Van pasando los minutos y el bote me arrastra en su hundimiento. Noto cada vez más frío, cada vez más sueño y cansancio. Vuelvo a respirar y esta vez no es aire. El espasmo que procede me hace tragar aún más agua. Ardo por dentro, todo me duele. Arrepentimiento, rabia y desesperación. Son mis últimas emociones antes de abandonarme a la placidez del silencio.

No sé cuál es la estrategia más razonable para acabar con este goteo humano. ¿Ayudar? sí, ¡claro! ¿pero cómo?. Estoy convencido de que abrir nuestras fronteras de par en par solo la agravaría aún más. Nuestra sociedad no está preparada y no quiere hacerlo. También queda la solidaridad hipócrita. ¡Ay, pobrecitos!, tomad 60 euritos al mes y no me pongáis esas caras cuando os saquen por la tele, que me cortáis la digestión. Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra. Yo me declaro culpable.

Entre tanta diatriba intelectual, ahí sigue todo. Hace unas semanas leí que acabar con el hambre en el mundo costaría 20.000 millones de euros. La banca española se ha embolsado un 10% de esta cantidad del bolsillo de los contribuyentes para sanear sus cuentas y dar beneficios récord en un tiempo de crisis. ¿Sabían que los bancos españoles han ganado aproximadamente lo mismo que el resto de bancos europeos juntos?. Hago un cálculo simple y me digo: 1.000 millones para los bancos y otros 1.000 millones para los hambrientos. Los primeros seguirán teniendo beneficios, aunque menos, y los segundos, habrán ganado el mayor premio de todos: la vida. Y si del plan Obama, Merkel o Sarkozy se cayesen otros milloncitos del ala, 100% de los objetivos completados. Ya sé, es mucha pasta, eso es cierto. Mejor invertirla en diez bombarderos stealth B-2 (coste por unidad de 1400 millones de dólares), que dan un servicio "humanitario" estupendo.

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